Revista 2021 - Made to Run

11 València València, ciudad de Por Alberto Hernández, periodista de Corredor\ Siempre recuerdo el primer invierno de siglo. Con cariño, porque estuve allí. Con temor, porque me hago viejo. Fue la primera vez que pisé València. Tenía 20 años. Me creía mayor. Era idiota. No sabía nada de nada. Ni de la juventud ni de atletismo. Pero era mi pasión y, cuando tienes una pasión, no estás dispuesto a cortarte el pelo y buscarte un trabajo. Me salieron los dientes en el asfalto, el tartán, las campas del cross... No corriendo, porque era malo; a mí las tazas con mensajitos jamás me engañaron. Crecí en los 80, gente recia: al pan, pan; al gordo, gordo; al gafas, gafas; al malo, malo. Así que opté por vivir del cuento. Contar, de viva voz, o blanco sobre negro, lo que sucedía cuando los buenos se quitaban el chándal. Siempre recuerdo, decía, que en febrero de 2000 estaba con mi hermano Alejandro Calabuig aguardando la llegada de los líderes del maratón en la Malvarrosa. No hacía frío. Sí pegaba el sol. Ribera, Gavela, Sempere... hablábamos de corredores. En esa época sólo había dos temas, chicas y corredores. Y no por ese orden. Aguardábamos esperanzados el coche del cronómetro. No era como ahora. Correr a menos de tres el mil pasaba en Londres, Berlín... sitios así. Un 2:12 ya nos bastaba. El autobús que transportaba a la prensa estaba detenido a un costado del circuito. Pudiera ser el paso de la media, aunque no apostaría por ello. Ni siquiera me he molestado en comprobarlo, no me gusta que la benevolencia de la memoria sea lapidada por la barbarie de la realidad. Lo que sucedió fue que uno de los miembros de Correcaminos, organizadores del evento, abrió el portón lateral del vehículo y preguntó: "¿Chavales, tenéis hambre?" Perdonan antes los valencianos una infidelidad que un almuerzo. Dispuso ante nosotros una cantidad exagerada de sándwiches de pan de molde cortados a la mitad, bollería, café... Un catering casero, rebosante de jamón y buenas intenciones, elaborado por las mujeres de esos inconsciente que los domingos abandonaban temprano la cama para ir a desgastar piernas por la Albufera y, no contentos con eso, hace ya años habían asumido personalmente el sueño de que su ciudad tuviese una prueba de 42 kilómetros y 195 metros. Como Londres, como Berlín. Tipos escuálidos en pantalones cortos mientras devoro a dos carrillos. Es lo primero que se me viene a la cabeza cuando me hablan de correr en València. Una absurdez, estaréis pensando (y pensando bien), tanto ceremonial para esto. Puede, pero me gusta recrearme en aquella imagen al darme de bruces con las dimensiones planetarias que ha adquirido la carrera. Ahora se contrata a empresas encargadas de traer los bocadillos. Porque hay mucho dinero en el Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP; más de la mitad de esas últimas cinco palabras que has leído corresponden a personas que aflojan la cartera. Y no son las únicas. Hay recursos, es evidente. De hecho, la gran mayoría de mis colegas hablan de València sin quitarse el presupuesto de los labios. Yo lo hago En València saben de dónde vienen y a dónde van... No son carreras, son un legado. con el cálido sabor de aquel almuerzo titubeando en mi ecosistema sentimental. Porque ya he visto demasiados iluminados con pasta pisotear sus raíces y alumbrar engendros que se desvanecen con la misma rapidez que fueron erigidos. No es el caso. De hecho es todo lo contrario; muchas cosas, muy bien hechas. En el actual maratón -por derecho entre los mejores del mundo- se atisban con facilidad los cimientos de aquellos incautos que vieron el futuro a través del algodón. En Valencia saben de dónde vienen. Y a dónde van. El maratón, la media... no son carreras, son un legado. El testimonio de una chaladura, como la tierra rojiza del antiguo cauce del Turia, como Joshua Cheptegei y Letesenbet Gidey entrando en la historia por la puerta de tartán azul que hay junto al Paseo de la Petxina. Un guante al aire recogido por el 10K, la 15K Nocturna o las paradas ocasionales de prestigiosos títulos; Carrera de la Mujer, Ponle Freno. Todos se agolparán en el otoño más electrizante que haya vivido la Ciudad del Running, que no es una brillante acción de marketing sino una evolución lógica de los 'Gran Fondo' con los que los amantes de las zancadas aprendimos geografía mediterránea. Todas a la vez, un nuevo desafío para gente acostumbrada a hacer rutina de lo imposible. Los mismos que el curso pasado combatieron a la Covid-19 a golpe de récord. Y ganaron. Todos esos locos que fueron, son y serán. Es el viento, dicen. 10 València

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